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Hace unos días me junté con un ex a tomar café en el Starbucks. Conversación entretenida, recuerdos sexuales memorables (era cualquier cosa menos flojito), todo era miel sobre hojuelas. Todo, hasta que su boca vomitó un comentario desafortunado. Marco, así se llama, nunca aprendió el valor del silencio, de hecho, siempre se atropella con las palabras. Saca tus propias conclusiones. Trataré de ser fiel a la cita para que me entiendas. Dijo: “Con los años te estás pareciendo a Maitena”. Ahí mismo me trapiqué con el Frappuccino® de mango. Fue tanto, que algunas gotitas amarillas terminaron en mi blusa. ¿Lo podís creer? Re fatal! El agravio de la comparación mereció cambio de look urgente, peluquería altiro, con resultado a la vista. Ahora no hay posibilidades de confusión con la rucia.
De niña siempre quise tener el pelo negro azabache y la torpeza de Marco lo permitió. Ahora no hay puntos de comparación entre la argentina y yo. De hecho, estoy segura que no soy tan amargada como ella, ¿cierto? No es necesario que respondas. La respuesta la buscaré en la consulta de mi psicoanalista, así que dejémoslo ahí y cambiemos de tema.
Qué te puedo decir, salvo la noticia de que Japi Jane me sigue en Twitter, no ha pasado mucho desde la última vez que hablamos. Los dueños de las agencias siguen explotando a los creativos, los creativos de las agencias siguen haciendo lo mismo o copiando de internet, y los argentinos…, bueno, con su despliegue en televisión, siguen “a un millón de años luz” de nosotros. Tal vez por eso la pica inconsciente con Maitena. En fin, este es el estado del arte publicitario. Y sigue. La supuesta unión de la industria creativa nacional, que algunos ilusos promovieron durante la década pasada, no cuajó. Para más cacha, en el horizonte aparece Perú, con una creatividad que nos respira en la oreja. Te lo resumo en dos palabras: fatal, fatal! Ni un brillo y puro lamento.
Más que un cambio de actitud, más que un debate consistente, más que una autocrítica verídica, sólo escuchamos un sollozo constante en las redes sociales, lugar donde abunda la lágrima de cocodrilo, el mea culpa corporativo, y por cierto, los comentarios autocomplacientes. Para eso somos buenos, para el click activismo, para el “me gusta” de Facebook, pero cuando se trata de materializar una idea, cuando se trata de ser crítico de frente, muy pocos aparecen. Te lo digo yo, que llevo años pujando por la principal demanda del sindicato creativo: el pago de las horas extras. No hay caso, es como hablarle a una tropa de avestruces. Increíble.
Pero Franca está tranquila y mira de frente. Por lo menos su lucha es real, no virtual. No nos engañemos: nada pasará si el eje del poder sigue estancado sobre los dueños de las agencias. Es necesario desplazarlo hacia los trabajadores creativos, o diremos mejor, hacia los “creativos”, porque no falta el que se ofende con la palabra trabajador. Hasta que eso no suceda, seguiremos derramando lágrimas virtuales en internet.
Para no terminar tan amargada -a esta altura del texto, lo asumo- insistiré en lo de Japi Jane y mi Twitter: que ella me siga es un honor. Creo que iré a dar una vuelta por su tienda más rato. El frío amerita, no sé si me explico.
FRANCA GUERRERO
Directora Creativa de Grupo
Agencia TT/Chile
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Mi blog: www.pagalashorasextras.blogspot.com
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Para otras cosas, insisto, no sé si me explico, soy más amiga del correo: francaguerrero@gmail.com
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EL CLIENTE "ACOTA":
“(Sfx.: viento entre los árboles)” *
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